La chihuahuense Ivette Rossano narra su viaje de tres días en pleno conflicto armado para llegar de Kiev a Rumanía y después a México.
Bombardeos, detonaciones, sirenas antiaéreas. Toques de queda. Carreteras y negocios colapsados. Temperaturas bajo cero. Filas kilométricas en los pasos fronterizos. Esos han sido algunos de los obstáculos que la mexicana Ivette Rossano ha tenido que sortear en un viaje de casi 600 kilómetros y tres días de recorrido junto a su esposo, su cuñada, su hijastro de nueve años y su perro para escapar de la invasión de Ucrania en un coche de alquiler. “Esta guerra ha sido una pesadilla, pero afortunadamente estamos bien”, cuenta la chihuahuense de 41 años, que huyó a primera hora del viernes 25 de febrero de Kiev y llegó a Rumanía en la madrugada del lunes.
Ha pasado mucho, en muy poco tiempo. Apenas el jueves, cuando todavía era la noche del miércoles 23 de febrero en México, Rossano contaba a este diario que se había despertado por el estruendo de las explosiones que retumbaba en las ventanas de su departamento, en el centro de la capital ucrania. Las primeras horas del conflicto estuvieron marcadas por la incertidumbre. Mientras decidían qué hacer, ella y su familia tuvieron que refugiarse en una estación de metro cercana, horas después de que el Gobierno de Vladímir Putin declarara la guerra y lanzara una invasión por tierra, mar y aire. “Nos han pedido quedarnos en casa y que estemos tranquilos, que Ucrania está preparada para lo que venga”, contaba.
A las siete y media de la mañana del viernes 25 de febrero, una caravana de tres familias de la comunidad mexicana salió de Kiev para alcanzar la frontera con Rumanía. “Todo cambia de un momento a otro, de una hora a otra”, afirma Rossano. Miles y miles de familias buscaban salir de Ucrania. La Organización de las Naciones Unidas calcula que por lo menos 680.000 personas han llegado a los países vecinos y la Unión Europea prevé que haya hasta siete millones de refugiados por el conflicto. Lo que antes tomaba un par de horas, ahora toma mucho más. “La carretera es prácticamente un estacionamiento”, asegura la chihuahuense.
En el primer día solo pudieron avanzar 85 kilómetros. En esas circunstancias, detalles que podrían pasar desapercibidos se convierten en grandes obstáculos. Llenar el tanque de gasolina les tomó, ejemplo, más de tres horas. Hay cada vez mayor escasez de agua y comida y en el camino deben buscar alojamientos sobre la marcha para pasar la noche, con la mayor parte del tiempo sin internet. Cuando consiguen señal, las imágenes de los ataques llegan una tras otra, amigos y conocidos escriben escondidos en bunkers y otros integrantes de la comunidad mexicana tratan de ayudarlos a encontrar gasolineras poco concurridas, direcciones para llegar a Rumanía y lugares dónde quedarse.
Llegar a la frontera es la primera parte de la odisea, la otra es cruzarla. La familia Rossano-Naumov abandonó el coche que habían rentado y que tenían que haber entregado desde hace días para encontrarse a pie con una fila de kilómetros y kilómetros para salir de la zona de guerra y peleas encendidas por la desesperación colectiva. “Había gente que llevaba 30 horas esperando a pasar”, cuenta. Al momento de llegar a la garita empezó a nevar y Rossano admite que se le salieron las lágrimas. “Sientes que es una prueba tras otra, tras otra”, confiesa. “Dios, ¿cómo puede pasar esto?”, se cuestionaba cuando un grupo de voluntarios cristianos ortodoxos le ofrecían un café y un sándwich, y le repetían que Jesús estaba de su lado.
La espera en el cruce fronterizo es tan larga que da tiempo a pensar en formas de seguir superando las complicaciones y sobrevivir. En un punto, su esposo, de nacionalidad australiana y ucrania, y su hijastro, que no tiene papeles, avanzaron por separado para argumentar que el niño de nueve años no podía salir solo del país y que le permitieran acompañarlo a pesar de estar obligado a quedarse por la ley marcial que impide la salida de los hombres entre los 18 y los 60 años.
“Llegar a Rumanía fue un respiro”, dice Rossano, que fue recibida por el embajador Guillermo Ordorica en la ciudad fronteriza de Siret y se aloja en uno de los hoteles que las autoridades mexicanas han dispuesto. Una oportunidad para descansar y recuperar fuerzas, comprar comida y lavar la ropa. “Mi esposo y mi cuñada se fueron solo con lo que llevaban puesto”, cuenta.
Si todo sale como está previsto, en las próximas horas uno de cada cinco mexicanos en Ucrania habrá abandonado la zona de conflicto, entre 40 y 50 personas. La misión diplomática reconoce que aún hay decenas de connacionales atrapados y que no han podido salir porque sus ciudades están prácticamente sitiadas.
Finalmente llegaron la medianoche de ayer a la Ciudad de México según el plan de vuelo anunciado por la Cancillería mexicana.
Junto con su familia, llegó una perrita salchicha llamada Ramona, que Ivette lleva consigo desde que salió de Kiev, en Ucrania.
La aeronave es un Boeing 787-888 de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) y despegó ayer a las 10:32 hora local de Rumania con 81 personas y Ramona, la perrita salchicha de la chihuahuense Ivette Rossano, quienes salieron de Ucrania tras la invasión rusa.
En el avión, que salió con una par de horas de retraso debido a un banco de niebla, viajan 44 mexicanos, 23 hombres y 16 mujeres; 28 ucranianos: 23 mujeres y 5 hombres; 7 ecuatorianos:... y una mascota.
Una vez que los mexicanos abordaron el avión, a la aeronave subió la embajadora mexicana en Ucrania, Olga García Guillén, a quien un buen número de personas le gritaron: "¡gracias embajadora!" para luego darle un aplauso.
En redes sociales, el secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, compartió a través de Twitter una foto en la que aparece Ivette acompañada de 'Ramona' en el avión con destino a México.
En días anteriores la embajada de México comenzó a facilitar la salida de los primeros mexicanos; sin embargo, lo hicieron con el previo aviso que las mascotas no serían permitidas, por lo que comenzó otro conflicto en redes sociales por la protección de estos animales de compañía.
Finalmente, Ramona pudo viajar a México en compañía de Ivette y toda su familia después de pasar toda una aventura desde que salieron de Kiev, bajo un bombardeo ruso y tras refugiarse en el metro que ha sido utilizado como búnker, ahora, su destino final será Chihuahua.
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