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Hotel Silvia’s: Las huellas de la guerra sucia en Juárez

A principios de los 80, el lujoso hotel Sylvia’s fue centro de detención de disidentes políticos

 La instalación es ahora un cascarón de altos muros de ladrillo industrial que rodearon lo que fue el lujoso Hotel Sylvia’s, sobre la avenida 16 de Septiembre. Pero entre finales de los años 70 y principios de los 80, cuando operó la “Brigada Blanca” del Gobierno federal, narra un sobreviviente, el lugar fue además centro de detención de disidentes políticos.

“En 81, 82, en tres ocasiones; trabajaba en maquila esa época y no recuerdo si iba a venir un presidente o el secretario de la Defensa, un alto funcionario, y entonces elementos de la Brigada Blanca (…) iban por mí, y por tres o cuatro personas más, y nos encerraban en el último cuarto del Sylvia’s, a mano izquierda, atrás”, narra Rubén V. M., hoy de 72 años y exintegrante de la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S).

“Toda la parte de atrás era una de las oficinas de la Brigada Blanca. Ahí torturaban, ahí llevaban gente (…) a mí me llevaban porque decían que yo podía ser peligroso, por los antecedentes que tenía de haber sido miembro de un movimiento revolucionario”, agrega el hoy integrante del Comité de Sobrevivientes y Familiares de Ciudad Juárez.

El Sylvia’s forma parte de una lista de lugares en Juárez que, como parte del trabajo para la recién formada Comisión de Acceso a la Verdad por Violaciones a Derechos Humanos entre 1965 y 1990, el comité y la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Fedefam) buscan marcar –y en algunos casos recuperar– con placas que recuerden la represión con la que fue combatida entonces la disidencia política.

Otro punto es la casa en la que vivió la también integrante de la LC23S Leticia Galarza, en la calle Mimas de la colonia Satélite, donde, de acuerdo con el relato de su hermana, Judith Galarza, fueron detenidos su madre y uno de sus hermanos por elementos encabezados por el jefe de la Brigada Blanca, Miguel Nassar Haro, la noche del 27 de agosto de 1977.

También buscan colocar una placa en la esquina donde estuvo el bar Chapulín Colorado, en cuyo exterior fue asesinada en noviembre de 1977 Isela Quiñónez, también parte de la LC23S, además de proponer quitarle el nombre del expresidente Gustavo Díaz Ordaz al viaducto de la zona poniente y renombrarlo Mártires del 68, en memoria del movimiento estudiantil.

“Que se entienda que violentaron los derechos humanos (…) que eso es incorrecto, es ilegal; que usaron todo el poder del Estado para eliminar hombres y mujeres que pensaban diferente a ellos, que los denunciaban por acaparadores, por corruptos, por torturadores, por violadores a los derechos humanos”, dijo en entrevista Galarza, directora de Fedefam y cuya hermana, Leticia, fue víctima de desaparición forzada el 5 de enero de 1978 en la Ciudad de México, cuando tenía 26 años.

“Es muy importante para nosotros que quede en la memoria, que se sepa qué pasó. Es importante que la gente sepa, para que no se vuelva a repetir (…) No quiero que se conozca que a V. le pasó esto, no, quiero que se conozca en términos generales cómo respondió el Estado, cuántos cientos de personas mató y desapareció (…), que se sepa que el Ejército recibió la orden de reprimir, que crearon un grupo especializado que controlaba Miguel Nassar Haro desde el Campo Militar Número 1, queremos que eso se sepa”, agregó Rubén V., que pidió no ser plenamente identificado.

‘Un trabajo con la comisión’

Los colectivos dieron a conocer el pasado 20 de mayo la lista de lugares que buscan destacar en la ciudad, durante una protesta que realizaron en el exterior de la vieja guarnición militar abandonada sobre la avenida Lerdo.

Entonces, acudieron para cuestionar el anuncio del delegado de la Secretaría de Bienestar, Juan Carlos Loera, de que esa antigua instalación militar sería demolida y reemplazada con una sucursal del banco de esa dependencia del Gobierno federal.

Ante los medios, Galarza afirmó que el anuncio contradecía lo acordado en diciembre, durante la instalación de la Comisión de Acceso a la Verdad, en Chihuahua, con el secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, quien accedió –dijo la activista– a entregar el inmueble a los colectivos para que lo convirtieran en casa de la memoria sobre los movimientos políticos y subversivos que hubo en esta frontera.

En ese contexto, Galarza mostró el listado de lugares –que incluye al cuartel– e informó que su recopilación era parte del trabajo realizado con la nueva Comisión.

“Es un trabajo que hicimos con la Comisión de la Verdad (…) aquí está el Hotel Sylvia’s, curiosamente lo están derribando. ¿Qué les pasa?, cada uno de los lugares que pedimos empiezan a destruirlos (…), por eso nosotros no vamos a soltar este lugar (el cuartel) hasta que nos expliquen qué fue lo que pasó. ¿Por qué Juan Carlos Loera está diciendo que aquí van a poner un banco?”, dijo Galarza ante los medios.

“Vamos a hacer de distintas maneras: casas de la memoria, pero también en los lugares donde masacraron a la gente, en las casas donde se metieron y se llevaron a nuestros familiares, como se llevaron a mi mamá y a dos hermanos y los tuvieron en esta casa que les decimos; ahí los tuvieron, ellos escucharon que ahí tenían a mucha gente torturándola”, agregó entonces.

En el exterior de lo que fue el bar Chapulín Colorado, en la esquina de la avenida Adolfo López Mateos y Rubén Posada Pompa, Galarza dijo que “aquí queremos que pongan una placa porque ahí mataron a Isela Quiñónez, que ella era la que me iba a entregar a mí la niña (de Leticia), pero la mataron antes de que me la entregara”.

Desde ese viernes, este medio solicitó información respecto al cuartel militar de la avenida Lerdo a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), que esta semana respondió a través de Comunicación Social que “desconocemos sobre el asunto. Lo único que sabemos es que la Secretaría del Bienestar está gestionando para construir un banco del Bienestar en referido predio”.

Loera, por su parte, informó desde el día de la protesta de Fedefam que se reconsideraría la ubicación del banco, mientras que la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, que preside la Comisión Nacional, no respondió una solicitud de información sobre el plan descrito por las organizaciones locales.

Este medio buscó también contactar a propietarios del hotel citado a través del personal de seguridad que resguarda el inmueble, pero no hubo respuesta.

‘¿Dónde está Leticia?’

El hecho que los colectivos buscan recordar con una placa en el exterior de la casa 1523 de la calle Mimas, en el fraccionamiento Satélite, fue la irrupción armada del 27 de agosto de 1977, cuando una decena de agentes ingresó de manera ilegal en búsqueda de información sobre Leticia Galarza.

“Era tiempo de calor, la puerta estaba abierta y era el ‘sprin’, y ellas (sus hermanas) empezaron a ver cuando empezaron a entrar (…) Lo sacaron (a su hermano Francisco, entonces de 18 años), lo vendaron y se lo llevaron y luego mandaron a mis hermanitas a otro cuarto. Se llevaron a mi mamá vendada y le daban sus cachetadas, que no se hiciera tonta, y a mi hermana Paty ya se la habían llevado a las dos de la tarde”, narra.

“A mi mamá la metieron a un lugar, que parecía un clóset, y ahí les empezó a gritar que le trajeran a mi hermano, porque ella oyó que empezó gritar mi hermano (…) Los golpeaban, los cacheteaban, mucha tortura sicológica, que más valía que dijeran dónde estaba Leticia porque si no la iban a matar”, agrega.

Leticia, narra su hermana, se afilió a la Liga Comunista 23 de Septiembre –nombrada así por el asalto al cuartel Madera en 1965– cuando trabajaba en la maquiladora y estudiaba en la secundaria para trabajadores, donde varios más también se sumaron al movimiento subversivo considerado ahora precursor de la apertura política de las décadas siguientes.

“La gran mayoría no conoce lo que pasó, no conoce la respuesta que dio el Estado a sus opositores (…) atacando a todo aquel que se atreviera a levantar la voz en contra de ellos; entonces, es muy importante para nosotros que quede en la memoria, que se sepa qué pasó”, dice Rubén V. M.

‘Miles de Maderas repartí’

Rubén V. M. señaló que ingresó a la LC23S en la segunda mitad de la década de los 70, después de haber participado en el movimiento estudiantil de 1968.

Su función como militante, dice Rubén V., era repartir el periódico clandestino “Madera” –para el que también redactaba artículos–, fungir como correo y reclutar asistentes para círculos de estudio sobre marxismo, leninismo y maoísmo, ideologías alternativas al capitalismo durante los años conocidos también como de ‘Guerra Fría’.

“La Liga era para mí el grito de protesta de los jóvenes que luchaban por la democracia. A nosotros, jóvenes que aspirábamos a participar en política, se nos reprimió en el 68, el 71, cada rato en las escuelas, en el Politécnico, a nivel nacional, aquí mismo en Juárez, en el Tecnológico (...) Entonces en todo el país se dio una gran movilización básicamente estudiantil de la clase media, que empezó a cuestionar al sistema político mexicano, y nosotros demandábamos y exigíamos democracia, libertad… nuestras demandas eran muy simples y sencillas al principio”, dice.

“Y eso no lo toleró el sistema dictatorial priista, recurrieron al Ejército, a las Policías, a la represión, crearon grupos paramilitares”, agrega.

En consecuencia, señala, los activistas de la LC23S, que estima llegaron a ser miles, empezaron a armarse. “Así nosotros nos defendíamos de las autoridades, y empezamos a organizar y se crearon organizaciones muy importantes revolucionarias. La Liga empezó a aglutinar a más de dos mil jóvenes en el país, rebeldes”, agrega.

El Estado recurrió también a personal capacitado en Estados Unidos, Israel y Argentina, dice, deteniendo a cientos que, como él, fueron trasladados al Campo Militar Número 1, en la Ciudad de México.

“Me detuvieron el 16 de febrero de 1981. Cuando me detienen a mí, detienen al último líder histórico fundador de la Liga, José Grijalva Galaviz, de Durango. A él lo mataron en la calle Miguel Schultz 48, en la Ciudad de México, colonia San Rafael, ahí nos agarraron. Yo estudiaba en el Politécnico. Nos llevan primero a la calle Morelia 8, donde funciona actualmente la Subsecretaría de Gobernación, ahí estuve tres días, me estaban torturando, y de ahí me llevaron al Campo Militar 1. ¿Por qué me salvé? Porque Judith Galarza en Juárez, la señora (Rosario) Ibarra en Ciudad de México, compañeros estudiantes, etcétera, empezaron a organizar protestas y salimos”, agrega.

En el campo militar, dice, como otros, fue sometido a tortura, con el fin de que diera nombres y ubicaciones de más integrantes de la organización.

“Es reiterativo decirlo, pero las descargas eléctricas, te meten a un tambo y te ponen la chicharra, te golpean, me rompieron costillas, me rompieron el pie. A mí me sueltan, me suben todo golpeado a un carro, y me llevan allá por el Toreo Cuatro Caminos y me dicen ‘bájate’, y ‘camina hasta aquella pared’. Yo dije ‘aquí me van a fusilar, y decía ‘qué bueno que me van a matar ya’, porque la tortura es muy difícil”, agrega.

Con la ayuda de las organizaciones, narra, llegó a Ciudad Juárez, donde vivían algunos de sus hermanos y él empezó a trabajar en la maquiladora.

Y fue entonces, dice, entre 1981 y 1982, aun cuando ya había dejado sus actividades con la LC23S, que empezó a ser detenido en esta frontera y trasladado al Sylvia’s por elementos de la Brigada Blanca, que era el grupo de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) especializado en combate a los movimientos políticos.

“Salía caminando de la casa temprano, 5:30 de la mañana, para tomar el camión donde está el Hospital General para irme al trabajo (…) Yo salía y me interceptaban dos carros, me agarraban, no me golpeaban, no me torturaban, pero se bajaban tres con las armas, todos los que hacían esto ya están muertos, se involucraron en el narco y los ejecutaron”, dice.

En la entrevista, aun cuando ataja temas como el nombre del primer movimiento al que perteneció, cuenta que participaba en la “brigada roja”, que operaba en la Ciudad de México y la zona metropolitana.

“Tenía la función de distribuir periódicos, jalar gente, correo. Cuando conoces gente de izquierda, platicas con ellos y los invitas a una protesta, y ahí vas platicando con ellos (…) luego lo vas jalando a un círculo de estudio, vas a estudiar el marxismo, leninismo, el maoísmo”, cuenta.

“Cuando ibas a repartir el ‘Madera’, ibas armado, porque ellos te iban a atacar, y tenías que defenderte (…) Yo trabajé en la Ford, en la Ciudad de México, llegabas a la Ford con el rostro cubierto, a la salida, ta-ta-ta, a cada quien le dabas uno, cuando había marchas, protestas muy grandes en la Ciudad de México, llegabas a los sectores más combativos de maestros, estudiantes, etcétera, y ahí empezabas a repartir el ‘Madera’.  Miles de ‘Maderas’ repartí”, dice.

Nota de Sandra Rodríguez/El Diario

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