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¿Ya pecaste por internet?

Dime qué red social usas y te diré cuál es tu pecado, es un nuevo aforismo en los tiempos de la era digital

Imagen ilustrativa

Esta es una historia real de una chica que influida por la creencia de que el amor en tiempos de internet le daría una respuesta a su corazón, sosiego a la pasión y la posibilidad de dar por la red con el príncipe que por tantos años se imaginó viviría a su lado, decidió buscar esa media naranja por la aplicación Tinder que es una plataforma para encuentros y citas donde se puede chatear y obtener una cita con determinada persona.

Y nuestra amiga se lanzó en búsqueda del amor soñado por Tinder. Fue seleccionando y descartando varios prospectos y tal vez también a ella la fueron desechando por decían no ser afines.

En una ida a su trabajo, como muchas personas lo hacemos, llegó a un Oxxo a comprar un café matutino. Y en ese instante, cuando estaba en el interior de la tienda le sonó una alarma de Tinder, que le notificaba que estaba muy cerca de su gran amor. Después de ver el mensaje discretamente a ver a los clientes, pero solo había una niña y su mamá le compraba chatarra para les escuela.

Dejó a un lado la compra de café y salió de la tienda para ver si ahí cerca estaba el hombre de sus sueños, con quien se había hecho la ilusión de hacer viajes por todo el mundo, llegar a los mejores hoteles y gozar de las delicias del spa. Era el mundo que en pláticas se habían transmitido.

Afuera de la tienda estaba una gasolinera con despachadores llenando tanques de combustible. Sin emabrgo, la alarma de Tinder seguía al rojo vivo.

Entró de nuevo por su café, y al momento de ir a pagar la alarma de Tinder casi le quema el celular, avisándole que delante de ella, estaba su amor. 

Se trataba del cajero del Oxxo, quien totalmente ajeno a ese aviso porque él en ese momento no traía su celular.

Ni se conocían en persona ni en foto. Habían diseñado falsos perfiles, el engaño clásico o simulación en las redes. 

No desdeñaba al joven por el hecho de ser un cajero de 0xxo, sino que ella tenía la imagen de un hombre potentado, millonario y prácticamente un Adonis.   

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¿Nos hemos puesto a pensar cuál es una de las razones principales del éxito de las redes sociales?, ¿Qué es lo que nos seduce a repetir constantemente su uso, a querer activarlas a cualquier hora, en cualquier lugar y enfrente de quien sea?

Hay una competencia entre los pecados capitales y las redes sociales en la era digital. Y esta comparación fue del propio creador y fundador de Linkedin Reid Hoffman, conocido como el “rey de las redes sociales” quien lanzó esta comparación provocadora, basada en que las redes apelan a los instintos más básicos de la humanidad y de ahí desarrolló una teoría integral del éxito de las redes sociales: “las redes sociales funcionan cuando aprovechan uno de los siete pecados capitales”.

Pero ¿cuáles son éstos?

Desde el catecismo cristiano nos enseñaron la existencia de 7 pecados capitales que reciben ese nombre, porque a su vez generan otros pecados. Son como los “principales” de donde se desprenden otras conductas menores y malsanas. El equivalente de pecados capitales en psicología o terapias son los “defectos de carácter”, pero de cualquier manera implica un comportamiento moral, depende de la voluntad y tiene sanciones, cuando se trasgrede el derecho o los intereses de otra persona. Por lo general, apelan a la conciencia y al libre albedrío para actuar o no actuar. 

La idea de pecado (SOPENA, 2013) está asociada al exceso y a la trasgresión y puede representar la parte oscura e irracional que refleja el dominio de las pasiones, de los deseos y de los instintos del ser humano.

Los pecados capitales son: gula, pereza, lujuria, soberbia, avaricia, envidia e ira. Y en torno a esos pecados “principales” se desprenden otros menores, como aquellos leves que nos inducen a presentarnos como “pecadores estándar”, o sea, imperfectos, pero no mal intencionados: una mentirilla sin daño, un hurto insignificante, una expresión vulgar sin llegar a ser una gran ofensa, un desvío de la mirada para observar a una persona atractiva o despampanante o hasta un desliz visual o de imaginación.

Y la novedad y el éxito de las redes sociales es precisamente que cada uno de estos pecados tiene su equivalente en internet. Instagram promueve la gula, Netflix la pereza, Tinder la lujuria, Facebook la vanidad o soberbia, Linkedin, la avaricia, Pinterest, le envidia y Twitter la ira.

El propio Hoffman lo explicó en The Wall Street Journal cuando dijo que a las redes sociales (NEWCOMB, 2011) les va bien cuando explotan uno de los siete pecados capitales. Facebook es el ego o soberbia. Netflix y Zynga es la pereza. Linkedin es la codicia. Con Facebook, es la vanidad, y cómo elige la gente presentarse a sí misma ante sus amigos. Es la sensación de estar conectado. 

Para Hoffman, la red social Linkedin es la codicia o avaricia por ser la red profesional por excelencia, donde se presumen perfiles o curriculum envidiables para ser contratados pro grandes empresas y ganar como un alto ejecutivo. En Linkedin, ronda la codicia con la ilusión de lograr un trabajo de gran influencia y nuestra vida cambiaría radicalmente.

Facebook, sin duda alguna es la soberbia, la vanidad porque promueve el ego. Por lo general no leemos lo que nos envían, pero leemos y releemos lo que nosotros enviamos, llevando un conteo escrupuloso de quienes nos siguen, abren nuestros mensajes y sobre todo, cuántos seguidores tenemos. Aquí no importa ya el conocimiento sobre un tema o la capacidad y talento, sino el número de followers que nos envanece a medida que van aumentando y nos deprime cuando se van reduciendo. El soberbio tiene inclinación natural o debilidad por Facebook.

La pereza se refleja en Netflix. Se pueden pasar horas y horas al día conectados a la pantalla. Si bien, todos tenemos necesidad de entretenimiento o de descanso, pero eso no implica jornadas de más de 8 horas, como si fuera de trabajo, tumbados en el sillón. Algo similar sucede con varios videos juegos que pueden permanecer varias horas pegados a la silla con la mirada clavada en la pantalla y los controles empuñados.

Para Hoffman, Twitter es la expresión del pecado capital de la ira.   Ahí descargamos enojos, corajes, venganzas, insultos. Es la protesta social de todo y por todo, es la inconformidad iracunda contra los que no coinciden con nosotros, es la respuesta rabiosa. El colérico (GARCIA, 2019) en las redes sociales es el usuario que no pierde nunca ocasión para descargarse contra todos y todo, manifestando la propia desaprobación por esto y por lo de más allá. No tiene pudor por expresar todas las emociones negativas en público. Tira la máscara y ataca a todos, sin salvar a nadie.  

La lujuria se abre camino a través de varias aplicaciones, pero una en especial que es Tinder, que sirve para contactos con personas que tiene interés en establecer relaciones amistosas o más allá y más bien más allá, que amistosas. Los encuentros por Tinder son causas de muchas infidelidades. También es un refugio para personas introvertidas que se les dificulta establecer relaciones personales y con la interacción digital por esta red se desenvuelven mejor. 

Por Instagram se cae en una “indigestión digital” (GARCIA) pues es la persona que hace honor al pecado de la gula que como “una niña delante de un bote de mermelada se deja vencer por los impulsos y no consigue controlarse. No sabe vencer su impulso de tomar cada dos minutos el celular para ver si hay notificaciones o actualizaciones, para ver fotos o publicarlas. El resultado es la mencionada indigestión digital que sólo se cura mediante desintoxicación de las redes. Instagram ejemplifica la gula ya que permite hacer fotos, aplicar filtros y compartir todo en otras redes.  

Y el último pecado capital de la envidia, tiene acomodo en Pinterest. El envidioso en las redes sociales por la contante autopromoción de sus viajes de “ensueño”, presumir de sus vacaciones, lugares donde se encuentra como si lo personal fuera de interés para todos. 

El profesor canadiense Marshall McLuhan (1911-1980) que hizo grandes aportaciones al estudio y comprensión de los medios de comunicación asi como al proceso de información y comunicación, entre tantos aciertos, dijo que los medios de comunicación tradicionales o convencionales (TV, radio y prensa) están inspirados en los sentidos del ser humano. Los calificaba como extensiones de nuestros sentidos, la televisión es la extensión de la vista, la radio extensión del oído.

Con ese principio, ahora se puede decir que internet es una extensión de nuestro cerebro porque pretende suplir las funciones del sistema nervioso, como memoria, archivo, clasificación, procesamiento de datos y hasta racionalización. 

Y las redes sociales serían las extensiones de nuestras ilusiones, ambiciones, envidias, vanidades, corajes, rencores, espejos narcisistas, avaricias, gulas, flojeras y lujurias.

O sea, extensiones de nuestros pecados capitales.  

     

San Francisco de Asís, el santo que apaciguaba las bestias y renegó de los bienes materiales en este mundo predicaba a quienes en sentían un descontrol de sus vidas y acciones que, si querían ordenar su vida, debían empezar por su habitación porque Dios no era un Dios de confusión.

Así, que a ordenar nuestro cuarto. 

GARCIA, Silvia, (2019) Las redes sociales y los 7 pecados capitales, ¿cuál es cuál?, https://culturainquieta.com/es/lifestyle/item/15388-las-redes-sociales-y-los-7-pecados-capitales-cual-es-cual.html

NEWCOMB, Peter, (2011) El Rey de las Redes Sociales, The Wall Street Journal, julio 1, 2011, https://www.wsj.com/articles/SB10001424052702304584004576420170780954638.

SOPENA, Carlos (Comp.) María Herrero (ed) 2013, Los Siete Pecados Capitales. Una visión psicoanalítica, Ed. Siglo XXI, Madrid. 

Javier Horacio Contreras jcontreraso@uach.mx 

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