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Historias y Leyendas: La otra Pascualita

Todos en Chihuahua conocen la leyenda de Pascualita, pero hay otra historia, el macabro maniquí de Claudette

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Por Froilán Meza Rivera

Todos en Chihuahua, incluidos los niños de primaria y los jóvenes de secundaria, conocen y han reproducido en trabajos escolares la supuesta y blanca leyenda del maniquí de la casa de las novias, el que dicen que trajo de París en 1930 la vendedora de vestidos de novia Pascualita Esparza de Pérez.

Pues bien, lo que no se ha contado más que en círculos cerrados de la alta sociedad, es la historia del otro maniquí, de la macabra novia siniestra.

Había una vez una hija poco agraciada de uno de los hombres más encumbrados, y esta muchacha, dicen, había heredado los peores defectos de sus padres, pero ninguna virtud.

Era tacaña hasta lo miserable, tan codiciosa que opacaba a cualquier prestamista redomado, insensible de corazón al punto de pasar por medio de alguna desgracia y no perder la sonrisa de metal ni el brillo avaro de sus ojos grises, por más dolor o escaseces que presenciara.

Y fea. Era fea a más no poder.

No pudo faltar, sin embargo, y como sucede siempre cuando “dinero mata carita” -dice el sabio pueblo-, que tuviera la niña muchos pretendientes para un matrimonio en toda forma. Todos eran de familias “bien” pero venidas a menos porque, como se dice, “más tiene el rico cuando empobrece, que el pobre cuando enriquece”.

Pero acontecía que, dentro del corazón de Claudette, que así se llamaba la heredera de los bosques y las minas, del cemento y de los bienes raíces, sólo reinaba Fernando Javier, otro heredero de esas ramas familiares que compartían, y comparten, el poder económico. Sólo que este muchacho era inalcanzable para ella porque los separaban la belleza de él y la fealdad de ella.

El amor hacia Fernando se tornó enfermizo conforme se afianzaba como imposible, y llegó a provocar una crisis de nervios en la muchacha. En uno de esos días en que ella lloraba su pena en el jardín, pasó por su mansión y se introdujo entre los barrotes, una mujer que llevaba un gran bulto envuelto en telas. “No te lamentes, niña, que tus dolores han terminado, mira lo que te tengo como regalo de bodas”, díjole la mujer aquella, de edad indefinida, vestida como gitana.

Algo le dio a entrever, porque de inmediato se interesó Claudette, y condujo a la visitante al rincón más oscuro del segundo sótano, donde le fue mostrado un maniquí de cartón que llevaba cargando la intrusa. La supuesta gitana no cobró nada, pero dicen que la niña rica entregó su alma a largo plazo.

Como por encanto, cambió la fisonomía y el físico en general de Claudette, que todos atribuyeron a la intervención de algún médico maravilloso. El hecho innegable fue que, en pocos meses, la chica se transformó de oruga en mariposa. Tan bella llegó a ser, que de inmediato todos los antiguos pretendientes huyeron derrotados, porque ellos sin fortuna no podían aspirar a semejante maravilla de mujer.

Claudette se casó, por supuesto, con el heredero de las familias similares a la suya, y tuvieron un matrimonio largo y productivo, del que nació un heredero que conjuntó en su persona todo el dinero y el poder de Chihuahua.

¿Cuál fue el precio que pagó Claudette por aquel favor recibido un día de manos de una gitana? Nadie lo sabe con seguridad, pero se ha colado la información de que, al morir ella a una edad muy avanzada, su nuera emprendió una remodelación de la casa materna. Y dicen, se rumora con ciertos detalles en círculos muy cerrados de la muy alta sociedad, que en aquel sótano se encontró la nuera una puerta secreta que daba a un segundo sótano, donde había, envuelto en gasas, un maniquí de carne, figura en todo semejante a la Claudette de antes de la transformación.

Se trataba de una verdadera momia que absorbió las facciones y toda la fealdad de aquella muchacha que un día vendió su alma por el favor recibido.

El maniquí terminó siendo quemado con petróleo.

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