En 2019 fue reconocida como una mujer chihuahuense destacada en la categoría artística “Aurora Reyes”, pero más allá de los diferentes reconocimientos y premios recibidos -que incluye un doctorado honoris causa- es una convencida de que el arte se constituye como vía para ser mejores seres humanos.
Chihuahua, Chih.- Sagrario tenía alrededor de 4 años de edad cuando vio al ballet “Teatro del Espacio”. Ese momento marcó su vida. La libertad con que los cuerpos de hombres y mujeres se movían la atrapó y despertó en ella una búsqueda por ese lenguaje. Cuatro décadas más tarde, Sagrario Silva Vélez no solo baila, sino que se expresa y vive a través de la danza.
En 2019 fue reconocida como una mujer chihuahuense destacada en la categoría artística “Aurora Reyes”, pero más allá de los diferentes reconocimientos y premios recibidos -que incluye un doctorado honoris causa- es una convencida de que el arte se constituye como vía para ser mejores seres humanos.
Escenógrafa, coreógrafa, maestra, promotora cultural y activista independiente, Sagrario habla para El Diario sobre el significado de la danza en su vida y cómo ha echado mano de esta en los momentos difíciles.
“Me dedico a la creación escénica, bailar, interpretar, hay mucha necesidad de la interdisciplinariedad; conjunto las áreas de las artes y me baso en ellas con temas diversos, universales y que nos competen como mujeres. He hecho eso en los últimos 40 años”.
La danza para esta mujer, profesionista, esposa, madre y abuela, es una posibilidad para dialogar a través del cuerpo, desde la parte primitiva y hasta el razonamiento crítico, lo que permite dar respuestas a temas internos, pero también a cuestionamientos externos.
“Creo que en la danza me he identificado por la forma de poder dialogar; hacerlo con el cuerpo es hacerlo más allá de la palabra, de la razón, es ir al yo primitivo y llevarlo a un razonamiento crítico, y a través de él voy desmenuzando cosas, encontrando respuestas que a veces las palabras o libros no me dan. En conjunto me van dando herramientas para resolver cosas personales, creativas, sociales y por ende políticas. Claro que me es útil porque en la cuestión personal trabajo mucho el soma, porque ya hay mucha conciencia corporal y hago integración de esta conciencia con las diferentes técnicas que manejo en el ámbito de lo social como vocera del cuerpo, de lo que se necesita decir, gritar, a través del cuerpo dialogarlo. Decir sí o no es una parte fundamental para exponerlo”.
Como ocurre con muchas personas creativas, la búsqueda de Sagrario por su propio lenguaje se remonta a la niñez temprana cuando tuve su primer contacto con la danza y aun no imaginaba que esta se convertiría en parte fundamental de su vida.
“Cuando era niña tuve la oportunidad de ver al ballet teatro del espacio, era muy chiquita, me atraparon esos cuerpos libres de hombres y mujeres que se movían en el piso, las cargadas, el diálogo corporal. Eso me atrapó por completo y siempre estuve en la búsqueda de ese lenguaje. Encontré el ballet clásico, la gimnasia olímpica, pero cuando al final llegué con la persona indicada que vivía a la vuelta de mi casa, allí tuve mis primeras clases de danza moderna. Fue cuando me di cuenta que había encontrado lo que estaba buscando y estaba a la vuelta de mi casa. Mi primera maestra fue Lourdes Ordoñez Uranga, me acerqué con ella y le platiqué mis inquietudes. Me dijo que fuera a Bellas Artes y allí me atendería. A partir de entonces continué con la danza hasta el día de hoy”.
Su llegada a Bellas Artes significaría el preludio de puertas mayores que se irían abriendo al paso del tiempo y que permitirían también, que Sagrario trajera a Chihuahua los conocimientos adquiridos para compartirlos con alguien más.
“Estuve allí unos años, luego me encuentro con un festival de San Luis Potosí donde me encontré una inmensidad de diálogos y técnicas que yo no conocía; solo conocía la técnica clásica y de improvisación, pero allá vi una diversidad de compañías, grupos, cuerpos, maestros, críticos de arte y eso me abrió todo un panorama. Empecé a brincar por todos lados y tomar cursos luego los replicaba en Chihuahua con un grupo de amigos donde nos reuníamos después de salir de Bellas Artes. Era como mantener el vínculo con la maestra, pero hacer nuestras propias creaciones y diálogos. Me iba a tomar cursos a Tucson, Chicago, Los Ángeles, Ciudad de México y era como abrir otras posibilidades y otros cuerpos. Me invitaban a bailar con diferentes coreógrafas, fueron intercambios muy ricos y empecé a traer obra a Chihuahua, me volví también promotora y gestora. En ese tiempo tendría entre 22 y 23 años, ya era mamá. A los 28 me casé y eso me abrió otras posibilidades porque mi pareja me dio también esa libertad de ejercer mi carrera como él lo hace”.
A diferencia de otras mujeres, que en esta u otra disciplina encuentran la oposición familiar, los padres y abuela de Sagrario apoyaron su decisión de abrazar la danza como profesión, permitiéndole hacer sus propias elecciones.
“He tenido la fortuna de tener una familia disfuncional. Una abuela paterna amorosa y libre, que quedó huérfana desde muy jovencita y viuda también muy joven. No significa que eso haya marcado las cosas por entero, pero, en cierta forma sí ocurrió; era una mujer postrevolucionaria, nacida en 1920 y traía una cuestión de ideologías totalmente distinta. Además, trabajó en un circo, ella podía entender esa parte lúdica. Igual pasó con mi papá que siempre me traía un instrumento musical, algo que hacer con las manos o el cuerpo en esa perspectiva de libertad. Mi madre nunca cuestionó mi interés, ellos fueron docentes y fui muy afortunada en ese sentido de que me dejaran elegir y ser libre, porque en esa época solo era danza clásica o folclor, pero cuando me dejaron el contemporáneo fue una gran fortuna”.
Sin embargo, años después se daría cuenta que sus hermanas no pensaban de la misma forma que sus padres, lo que le significó un gran impacto, debido a que ellas pensaban que no era productiva.
“Tiempo después me di cuenta que no era como muy bien vista. Algunas de mis hermanas cuestionaban que me dedicaba a algo que no estaba funcionando como ¿para quién? descubrir eso también fue un impacto, porque somos puras mujeres. Cuando vives con tus hermanas no te das cuenta de muchas cosas, sino cuando empezamos a emigrar de la familia, que cada quien empieza a hacer su vida y resultan otras cosas. Dices: mira mi hermana pensaba que yo era una persona que no gestionaba economía porque me dedicaba a bailar y eso no genera economía. Era bastante cuestionable, lo supe muchos años después cuando mi hijo cumplió 12 años. Descubrir eso también abre otras puertas de la familia que no visualizas y que también las aprendes, que venimos arrastrando este machismo que todo mundo llevamos dentro”.
-Su paso a la enseñanza: ha recorrido clubes deportivos, colonias, casas hogar
La inquietud que llevó a Sagrario a recorrer diferentes ciudades en busca de un mayor aprendizaje, tuvo como consecuencia que la invitaran a impartir clases. Eran los ochentas. Y mientras en los clubes donde trabajaba ofertaban clases de jazz, ella lo mezclaba con danza contemporánea.
“La enseñanza siempre fue de la mano, cuando empecé a tomar cursos me empezaron a invitar a academias que se empezaban a abrir en la época de los 80. Me aventuré a dar clases aquí en Chihuahua, anduve en todos los clubes deportivos, di clases de danza y jazz y les hacía trampas y mezclaba. Después conforme fui adquiriendo más conocimientos me di cuenta que esas improvisaciones intuitivas abrieron otras oportunidades”.
De los clubes deportivos migró a espacios educativos a donde llevó, junto con otras personas, diferentes expresiones artísticas y desde hace casi 22 años imparte clase a niñas en la ciudad de Aldama.
“Empecé con personas adultas, a dar clases en CONAFE. Me invitaron a dar cursos porque hacíamos teatro, danza, manualidades, empezamos a hacer títeres, historias. Llevábamos nuestra poesía y danza, narraciones, talleres de títeres con niños en las colonias, luego empezamos a buscar pequeños grupos con casas hogares. Después me hablaron para que fuera a Aldama a dar clases y sigo allí, desde el año 2000 hasta la fecha he dado clases allá con grupos de niñas de diferentes edades. Las que fueron mis primeras alumnas me llevan ahora a sus hijas para que tomen clases conmigo”.
-Dar herramientas a las niñas para que conozcan y protejan su cuerpo a través del arte
Las niñas han sido desde hace más de dos décadas, el grupo poblacional donde Sagrario ha enfocado gran parte de su labor, enseñándoles a ser analíticas y críticas, pero también proporcionándoles herramientas que las lleven a un razonamiento. Todo ello a través del arte.
“Hay diferentes tipos de danza. Lo que he descubierto en estos años es que el sistema te mete ciertas ideas y que hagas lo que quiere incluso como bailar o cuales son las modas. No puedo separarme de ello porque está allí inerte en la sociedad, pero si puedo darles a mis alumnas los puntos críticos, en que si hay ciertas tendencias de moda tanto musicales como de danzas nos ponemos a analizarlos. No que esté mal, pero por qué se hace. Hay cuestionamientos que les planteo y les voy dando herramientas para desmenuzarlo y podamos llegar a ciertas raíces si es conveniente o no. Ahora les pongo de ejemplo el reguetón, no me peleó con él porque es un monstruo, pero si analizo las letras con ellas, entonces si eso queremos para nuestro cuerpo que es lo que estamos aceptando. Si aceptamos esa tendencia es aceptar que nos estamos sometiendo y el cuerpo lo estamos abandonando. De esta forma vamos viendo y las llevo a ciertos ejercicios a través de los cuales puedan reconocer su cuerpo y de allí partimos hacia la técnica. Estas combinaciones para que ellas también puedan dialogarlo y sentirlo. Si nos metemos en la pura forma se queda en forma, pero si metemos un análisis y aparte las técnicas, el cuerpo va a dialogar de otra forma y van a ir sintiendo cosas sobre el cuidado de este, como protegerlo desde no lastimarlo hasta saber decir no”.
Por otro lado, señala que el arte puede abrir expectativas, dar pie a la creación de plataformas para denunciar y debe ser parte básica del proceso educativo.
“Creo que el arte ha sido un punto clave para dar a la sociedad puntos de atención y de referencia para abrir otras expectativas y recibirlos de otra forma más amable, amorosa. Las artes escénicas no son la excepción. Como creadoras escénicas podemos llegar a ser muy empáticos con los diálogos, crear nuevas plataformas para hablar, decir, denunciar a los opresores o a la propia mente de la opresión. En la escuela las materias no deberían estar separadas, todo es integral. La educación artística tiene que ser básica en las escuelas y llevar una educación integrada, porque siempre fragmentamos; la escuela es así porque desde niños empiezan a decirnos que la separación es lo mejor. No podemos quitar el cerebro del cuerpo y viceversa, al hacer un trabajo integral llevaríamos una educación mucho más allá de lo que es ahora, más horizontal e inclusiva”.
Su mensaje para las niñas, adolescentes y mujeres en general, dice Sagrario -galardonada también con la medalla “Víctor Hugo Rascón Banda 2017- es que encuentren su propio lenguaje a través de la actividad o disciplina que les guste, con la claridad de que cada persona es única y valiosa.
“Si están buscando la danza que la encuentren, que encuentren su propio lenguaje. Que efectivamente hay cosas que nos impresionan, pero es como todo: los científicos son científicos, pero solo hubo un Albert Enstein, lo mismo ocurre con la danza, solo una Martha Graham o un Nureyev, pero también mi cuerpo es valioso así como dialoga. Tal vez no tenga una rotación de 180 grados, pero también es expresivo y puede decir muchas cosas, que no lo abandonen”, puntualiza.
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